Aprendí a convivir
con lo único que me quedó de ti.
con lo único que me quedó de ti.
Lo único que me dejaste:
Tu ausencia.
Pues después de mil batallas,
con la bestia de tu absurda indiferencia,
perdí la guerra y la esperanza.
Con las manos llenas de arena
- y el corazón en llamas -
me acostumbré a echarte de más,
cansada de echarte de menos.
E inevitablemente,
al decirle adiós a tu fantasma
tuve que despedirme
de un pedazo de mí misma.
al decirle adiós a tu fantasma
tuve que despedirme
de un pedazo de mí misma.