Siente frío el hielo ante
el contacto de mi piel
y cualquier roca de granito
es más endeble que mi alma.
Apenas queda el eco
de quién fui en este corazón
que, saciado de sentir,
late impasible e impertérrito.
Envuelta en esta vorágine
de dichosa indiferencia,
todo en derredor se torna
ajeno y tan distante, que
si río, lloro, odio o amo,
es tan sólo por costumbre.
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